viernes, 2 de mayo de 2025

"Chesterton audiovisual: adaptaciones al medio cinematográfico y televisivo". Por José Antonio Bielsa Arbiol

LRH 2025


La narrativa chestertoniana, de acusado atractivo genérico, no ha gozado en sus múltiples trasvases al medio audiovisual de la fortuna que, potencialmente, ofrecía. A diferencia de algunas de las más adaptadas (y rentables) firmas de otrora, con nombres tan punteros como los de Arthur Conan Doyle, H. G. Wells, Cornell Woolrich o Agatha Christie, el corpus literario de G. K. Chesterton apenas cuenta en el cine y la televisión con algún título de relieve, lo cual era previsible teniendo en cuenta la mediocridad global de los productos resultantes, anodinos e invertebrados salvo raras excepciones, como veremos a continuación.

 

Hay varios factores de peso a la hora de valorar negativamente este saldo, cuestionable por lo demás: el primero de ellos debe imputarse a la proverbial prolijidad del autor en la creación de ambientes y tipologías, así como a la dificultad de los guionistas por superar en términos netamente cinematográficos –cuando no, televisivos– el “tiempo mental” de la novela chestertoniana (pensemos, por ejemplo, en una obra de la categoría de The Man Who Was Thursday: A Nightmare, varias veces adaptada a la pequeña pantalla), eminentemente intelectual pese a su envoltorio conductista; otro factor, en absoluto baladí, es el relativo a las señas de identidad que el propio Chesterton fue codificando conforme maduraba, y quien como escritor católico y portador de “un mensaje”, no podía resultar plenamente satisfactorio para los gerifaltes de la gran (y pequeña) industria del entretenimiento, ávidos de productos menos comprometidos y/o más fácilmente digeribles, entiéndase comercialmente hablando; finalmente, es oportuno destacar que el exclusivista espíritu chestertoniano, típicamente inglés con emolientes romanos, posee unas credenciales propias, las cuales tienen su paradigma expresivo en la figura del Padre Brown, su gran creación-aleación, con la que dinamita clichés y estereotipos “de personaje” con mano maestra.

 

Desglosadas estas notas introductorias, con las que se estará más o menos de acuerdo, podemos pasar a comentar a continuación, siquiera brevemente, el discurrir de dicho periplo de “trasvases” (del papel… al celuloide del medio cinematográfico, o a la cinta magnética del mucho más efímero formato televisivo).

 

En la gran pantalla

 

La industria cinematográfica ha sido muy reacia a la hora de adaptar a Chesterton: siete largometrajes en noventa años son todo cuanto cabe consignar, amén de una larga serie de proyectos abortados, algunos de ellos finalmente devenidos telefilmes.

 

La primera entrega realizada vio la luz en vida del autor, y fue Father Brown, Detective (Edward Sedgwick, 1934), una modesta producción de serie B, en la que Walter Connolly daba vida al Padre Brown, acompañado de Paul Lukas. De muy gris recuerdo, la película sólo es mencionada por constituir la primera aparición del inquieto sacerdote en la gran pantalla, y poco más podemos añadir, pues la cinta es virtualmente desconocida para el público hispanohablante.

 

Tendrán que pasar veinte años más para que el cine se fije de nuevo en Chesterton, y lo haga además (al menos por primera y única vez) con resultados notables: por varios conceptos, podemos considerar El detective (Father Brown; Robert Hamer, 1954) como la mejor película chestertoniana jamás realizada, gracias a la superdotación de su principal responsable, el gran Robert Hamer (director clave de los Estudios Ealing, pues junto a otros triunfos del cine británico, le debemos la extraordinaria Ocho sentencias de muerte [1949]). En esta ocasión sería Alec Guinness quien daría vida al Padre Brown, en un registro tan concentrado como su personaje exigía; para la intrahistoria, recordar que el impacto sufrido por el actor al asumir este rol le llevaría a convertirse al catolicismo. Por desgracia, el cine británico, visceralmente anglicano por sistema (y este detalle no es accesorio), no se haría eco de este logro fílmico, cerrando así su “atrevido desafuero”, que apenas sería subsanado en los años 70, cuando se realizase para la televisión la conocida serie sobre el personaje.

 

En la década de 1960, la cinematografía germana, ávida de historias detectivescas, también probará suerte con el filón del Padre Brown, realizando dos películas menores aunque simpáticas: La oveja negra (Das schwarze Schaf; Helmuth Ashley, 1960) y La pista del crimen (Er kanns nicht lassen; Axel von Ambesser, 1962), ambas con Heinz Rühmann como el preclaro páter. Arrimadas al espíritu serial que en aquellos años causaba furor entre el público teutón gracias a los krimis basados en las piezas de Edgar Wallace, estas piezas anónimas podrían ser revisadas con provecho por completistas e incondicionales. La pobre recepción, empero, paralizó la realización de nuevas entregas.

 

Una oscura coproducción franco-belga, de la que no tenemos más referencias que las filmográficas, Manalive (Denise Geilfus y Frédéric Geilfus, 1973), es el único largo realizado para la gran pantalla durante la declinante década de los 70.

 

Habrá que esperar más de cuatro décadas para que el cine vuelva a abrevar en nuestro autor, adaptando dos de sus títulos más reconocidos: tanto The Man Who Was Thursday (Balazs Juszt, 2016), como la australiana Magic (Elvis Joseph, 2021), no pasan de constituir unas tan epidérmicas como impersonales ilustraciones de los originales, privadas además del “don de la inocencia”, inherente a la peculiar exposición chestertoniana. La peor, con diferencia, es The Man Who Was Thursday, pues constituye un auténtico bodrio cosmopolita, hortera y caótico, que con razón no llegó a estrenarse en España. Magic es mucho mejor, si bien se arrima a la estética decorativa de los temibles epígonos de James Ivory.

 

Como podemos constatar, la cosecha global en este apartado es pobre, y salvo el filme de Robert Hamer, no acopia nada realmente sustancioso ni memorable.

 

En la pequeña pantalla

 

Muy otra, al menos en lo cuantitativo, ha sido la fortuna de Chesterton en la pequeña pantalla, la cual aparece mediatizada por la retahíla de series dedicadas al Padre Brown, sin olvidar varios telefilmes dispersos que, todo sea dicho, hoy no son precisamente fáciles de visionar.

 

Con unos ciento veinte episodios realizados hasta la fecha, Padre Brown (Father Brown, Paul Gibson et alii., 2013-2024) supone la más ambiciosa plasmación del universo chestertoniano en la pequeña pantalla. Dotada de una amplia infraestructura, este producto de la BBC adolece no obstante de muchos defectos, achacables sin duda a la irregularidad de los guiones, así como a una desigual inspiración no siempre oportuna, en buena medida porque las tramas fueron creadas ex profeso para la serie. Pese a sus excelencias técnicas y buen acabado formal, es preferible, con todo, la serie austro-alemana Pater Brown (Hans Quest, Imo Moszkowicz y Rainer Wolffhardt, 1966-1972), con un Josef Meinrad bordando el personaje que Heinz Rühmann apenas esbozara unos años antes. Este serial tiene sobre todo la virtud de la modestia, y su fidelidad al espíritu del original es conmovedora.

 

No obstante, la adaptación canónica en formato televisivo sigue siendo El padre Brown (Father Brown; Peter Jefferies y Robert Tronson, 1974), fidedigna aunque muy sobrevalorada en su conjunto, pero con una magistral creación a cargo de Kenneth More en el rol del sacerdote protagonista. Plegada al interés de cada historia (trece episodios en total), con una puesta en escena entre mecánica y funcional, estos telefilmes “de sobremesa” han envejecido bastante bien, lo cual no redime de la insignificancia su resultado final, harto inferior por lo demás a cualquier episodio de la añeja –y a menudo muy creativa– serie Alfred Hitchcock presenta.

 

Las aproximaciones al universo de Chesterton en la pequeña pantalla, aunque de menor importancia, no terminan aquí, desde luego. Por desgracia, el trabajo de búsqueda es arduo, pues a la práctica inaccesibilidad del grueso de los títulos, debe sumarse la característica condición efímera de las producciones televisivas, las cuales, una vez han sido exhibidas, cumpliendo sus funciones instrumentales, pasan a ser almacenadas… mientras el inexorable proceso de degradación condena las cintas a su desaparición (a no ser que estemos, claro está, ante una serie de televisión de gran categoría, la cual pueda conocer los honores de ser restaurada y remasterizada, como por ejemplo el Yo, Claudio de la BBC y la London Film Productions).

 

Así y todo, entre los filmes para la televisión inspirados en la obra literaria de Chesterton, podemos mencionar al menos dos producciones de cierta ambición: Sanctuary of Fear (John Llewellyn Moxey, 1979), con el Padre Brown monopolizando de nuevo la trama; y la mucho más reciente The Surprise (Steve Beaumont, 2007).

 

No podemos concluir este artículo sin mencionar la muy mediocre serie G. K. Chesterton: The Apostle of Common Sense (2011-2014), una producción de la modernista cadena EWTN (Eternal Word Television Network), realizada acaso con la encomiable intención de popularizar la figura de Chesterton entre el gran público cristiano y, ya de paso, promocionar su posible (aunque irrisorio) proceso de beatificación (!). Híbrido fatal entre el biopic al uso y la comedia edificante, supone en cualquier caso una nadería de triste memoria, y pone de manifiesto, una vez más, la mezquina concepción useña de la “televisión cultural por píldoras”, con ese afán por expandir la mentalidad Reader’s Digest a los más pintorescos empeños, sirviéndose aquí de episodios de media hora debidamente “enlatados”.

 

Tras revisar panorámicamente la filmografía de Chesterton en el cine y la televisión, podemos concluir que la hora de este gran escritor todavía no ha llegado al medio audiovisual. Quedamos pues a la expectativa de cuanto esté por venir.

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